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lunes, 25 de febrero de 2013


Es una imagen conocida, la nuestra. Ella sabe que no debe acercarse demasiado al borde, pero nos ignora y cae. Solo mi mano la sostiene ahora. "¿Cómo podrías dejarla caer?" preguntan todos preocupados, "tantos años sosteniéndola y vas a dejarla caer" dice la señora de la biblioteca, la que acomoda los libros de mi cabeza.
 Pero los años son el verdadero problema, me pesa el tiempo de las mentiras, me pesa la falsedad, el egoísmo, me pesa que nunca haya querido escucharme pero sobretodo, me pesa que me haya odiado en silencio.
Y al final de cuentas entre mi mano y su mano, hay fuerzas de repulsión, hay aire, hay mundos microscópicos que forman universos, y vacío, por supuesto, nos separa mas que nada, el vació.
Entonces me levanto un buen día decidida a odiarla y suelto su mano. Y hablo hasta que ya no hay palabras.
Y me parece una imagen conocida, la nuestra. Como Chihiro sacando la basura del Dios, bañada en mugre, en lodo, asfixiándose con el olor. Me parece entender que al soltar su mano, no estoy dejandola caer, simplemente trato de enseñarle a salir sola del pozo.

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