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sábado, 3 de septiembre de 2011

Esto paso hace un rato:
Chiara quería volver a su casa porque se sentía mal e insistió en tomarse un taxi.me dijo que me dejaba en Angel Gallardo y de ahí yo me tomaba el colectivo.
Camine una cuadra. Una cuadra ventosa y solitaria en la que lo único que podía escuchar era el ruido de mis tacos de madera. Y tuve miedo...
En la parada me esperaba un pelado al que estudié fervientemente en los 10 minutos de espera del 92. Al principio lo catalogué como mi enemigo pero a medida que la soledad se intensificaba pensé hasta en hablarle. Quien sabe, si me hubiera quedado otros 10 minutos tal vez lo hubiera seducido. Pero algo mas importante supo llamar mi atención y la de mi compañía sin cabello, los malditos llamadores de ángeles en los edificios hicieron que nuestra espera fuera la más tétrica.
Y por fin llegó el colectivo, pero no era el 92, sino que era otro que me dejaba en una cuadra muy oscura. El pelado se subió. Debía pensar rápido: quedarme sola y ser presa de los violadores sueltos o subirme al colectivo y morir más adelante... Me subí (además tenía mucho frió). 
Decidí que me bajaría una parada antes pues era mejor caminar más por cuadras mas seguras. Y claro, las caminé pero otra vez los llamadores de ángeles me arruinaron el paseo nocturno. Imaginad mi estado de paranoia que cuando me resbalé no tuve miedo de la vergüenza sino de que pensaran que estaba borracha e intentaran raptarme. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que toda la calle que tenía se perdió un día de estos mientras yo pensaba en Bariloche.
Lo último que tengo para decir es que llegue a mi casa y escuche el llamador de ángeles en el balcón y me hizo reír.  Ahora puedo considerarme uno mas de los pelotudos que cuelgan esas mierdas que hacen ruidos y solo logran asustar a la gente.
En fin, creo que estoy a salvo. 

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